El Salón del Automóvil de Ginebra de 1968 fue el lugar de la presentación del cuarto automóvil de Lamgorghini
Tras el éxito obtenido con Miura, el 400 GT y Espada, Lamborghini había comenzado la carrera por el sitio privilegiado del superdeportivo más eficiente y poderoso del mercado. Ferrari sabía que tenia un competidor real y el compromiso se volvía cada vez más fuerte. El Salón del Automóvil de Ginebra de 1968 fue el lugar de la presentación del cuarto automóvil de Lamborghini, que obviamente estaba propulsado por un V12 y ofrecía prestaciones sobresalientes de acuerdo a los vehículos de la época. Solo se fabricaron 225 unidades (Islero 400 GT y “S”), lo que lo convierte en un automotor altamente cotizado hoy en día.
El nuevo bólido reemplazaría al modelo 400 GT y se ofrecía en dos versiones: Islero 400 GT e Islero 400 GTS, y sería el primero en ser desarrollado por Carrozzeria Marazzi debido a la bancarrota de Carrozzeria Touring, pero continuaría con una línea de diseño natural debido a que Mario Marazzi había laborado para la antes citada empresa de diseño en bancarrota. Sus líneas ofrecían una perfecta visibilidad al exterior, además de ampliar el ancho de vías y mejorar la insonorización en la espaciosa cabina.
¿Te imaginas el rugir de un motor V12 de ese tamaño? Lamborghini ha cuidado ese aspecto a lo largo de los años, siendo –de acuerdo a numerosos expertos– uno de los vehículos de sonido más estruendoso en el mercado, en el aspecto positivo, claro está.
Su potencia alcanzaba los 325 caballos gracias a los 4 litros de desplazamiento de su motor acoplado a una transmisión manual de cinco cambios. La suspensión totalmente independiente y los frenos de disco en las cuatro ruedas, exhibían la capacidad tecnológica de aquellos años al ritmo de un registro de 6,4 segundos en la prueba de aceleración 0 – 60 mph, mientras que la versión “S” exprimía el motor ganando 25 CV más para un total de 350, que llevarían al superauto a alcanzar una velocidad tope de ¡259 kilómetros por hora! Te preguntarás por qué la imagen de la izquierda, continúa leyendo…
La leyenda del toro asesino – Islero de Miura
El 28 de agosto de 1947, durante un festejo en la plaza de toros de Santa Margarita de Linares, Andalucía, la reconocida figura del toreo, Manuel Laureano Rodríguez Sánchez “Manolete”, alternaría con su rival de palmas Luis Miguel Dominguín y Gitanillo de Triana II, un cartel que llenaba de expectativas a los asistentes, más aún por el encierro proveniente de la finca de Zahariche, Miura.
«Manolete», reconocido hoy como uno de los monstruos del buen torear, y por muchos, como el mejor torero de todos los tiempos. Esa tarde se encontraba pensativo, fuera de sí, y estaba decidido a dejar la profesión y continuar su vida alejado de los ruedos. “Murió matando y mató muriendo”, pues asestó un estoconazo de volapié prácticamente en cámara lenta, lo que dio tiempo a que Islero rotara la cabeza tirara el derrote y lo cogiera del muslo derecho para destruirle el triángulo de la scarpa (femoral), curiosamente conocido como “triángulo torero” (debido a las numerosas cornadas a esta zona). Manolete falleció la madrugada siguiente, se dice que por la incesante hemorragia producida, no obstante existe la teoría de la negligencia médica ocurrida durante la noche, específicamente al realizar las transfusiones sanguíneas. El mundo del toro se detuvo por un momento tras la muerte del más grande, incluso sus acérrimos rivales rompieron en llanto tras conocer la noticia; el mito y la leyenda de Manolete habían comenzado, llevando un número importante de asiduos a la plaza, la mayoría de ellos terminarían siendo curiosos solamente, pero el golpe estaba dado, había muerto el mejor torero de la historia, amigo de Mario Moreno «Cantinflas» y de «El Faraón de Texcoco», Silverio Pérez.