Las vagonetas tienen un lugar especial en la memoria de la gente. Durante mucho tiempo, esta configuración fue el indiscutible rostro del vehículo familiar por excelencia. Sin embargo, hay una vagoneta que se destacó por encima de todas las demás por algo que nadie realmente esperaba. Buick Roadmaster se convirtió en una leyenda no por su apariencia ni por su tecnología. Todo fue simplemente por el intrépido motor que montaba al frente.
El nombre Roadmaster se introdujo por primera vez en 1936 como una gama del sedán de alta categoría el Series 90. A partir de ahí, el coche tuvo presencia intermitente durante la historia de la marca, cambiando de nombre constantemente. Sin embargo, siempre se preservó su amplio tamaño y esencia de lujo.
Buick Roadmaster desde 1936 hasta 1958 tuvo 7 generaciones totales, generalmente introducido como un complemento para los vehículos Cadillac. De amplio tamaño y lujo notable, muchos pensarían que el modelo de 1957 sería la última iteración en la historia. Y así fue durante casi 33 años de ausencia.
Para sorpresa de todos, Buick decidió revivir el Roadmaster en el año de 1991, con una estética y capacidades totalmente distintas. Fabricado en Arlington Texas y en Michigan, este coche estaría basado en la plataforma B de tamaño completo de General Motors, reservada exclusivamente para los topes de gama en Buick y Cadillac.
Buick Roadmaster se presentaría en dos configuraciones, un sedán de 4 puertas y la famosísima vagoneta Roadmaster Estate con 5 puertas. Ambas versiones llamaron la atención de los entusiastas no solo por su tamaño sino porque se trató del primer automóvil con tracción trasera desde 1985 en Buick.
No obstante, la configuración que siempre destacó fue la Roadmaster Estate. A sus lados, el vehículo portaba insertos de madera simulados de gran tamaño y se complementaba con un quemacocos en la segunda plaza que la marca llamó “Vista Roof”.
Por otro lado, el interior del coche preservó una esencia de alta comodidad y lujo. Asientos de piel amplísimos y muy cómodos, bolsas de aire duales, una cabina de instrumentos modernizada y un control de clima automatizado era solo una parte del paquete en Roadmaster. En corto, se trataba de una de las mejores opciones en el mercado dentro de sus segmentos.
Está claro que el público al que estaba dirigido el Buick Roadmaster era las familias grandes. No por nada su longitud de 5.5 metros en su versión vagoneta le permitía al vehículo meter hasta 9 personas al interior de manera cómoda. Ideal para viajes largos con su transmisión automática de 4 velocidades, nadie esperaba lo que la marca adaptaría bajo el cofre.
Para su primera versión, Buick adaptó un V8 de tipo small-block con 5.0 litros produciendo 170 caballos de potencia. Nada especial particularmente con su peso de dos toneladas. Con esta potencia, Roadmaster se asimilaba a coches que compartían su misma plataforma como Caprice y la Custom Cruiser de Oldsmobile.
Sin embargo, para el año de 1994, la versión vagoneta recibiría una actualización completamente inesperada. Roadmaster adaptaría un 5.7 litros LTI V8 con 260 caballos de potencia. Este motor no solo es el mismo presente en Chevrolet Corvette en su generación C4. Otros modelos legendarios como Caprice en su versión de patrulla, el Camaro Z28 y el Pontiac Firebird Trans Am también lo compartieron.
Esta brutal potencia acoplada a esa plataforma B de General Motors significó que el coche podía arrastrar poco más de tres toneladas sin ningún problema. Nunca antes el público había visto una vagoneta con estas capacidades. Por lo tanto, la demanda creció rápidamente
A pesar de su sólida consolidación en el mercado, Buick Roadmaster en sus dos versiones vería su eventual descontinuación para 1996. La combinación de demasiados sedanes de tamaño completo ofertados por General Motors así como el deseo del grupo de migrar hacia la tendencia de la SUV, terminó por detener el dominio de Roadmaster.
A mitad de los años noventa, camionetas como la Suburban comenzaron a adquirir una popularidad tan notable que Roadmaster se consideró un vehículo redundante. No sería después de más de 225,000 modelos que una de las vagonetas más interesantes del mercado diría adiós permanentemente. Un adiós triste pero necesario para un vehículo sin duda alguna especial.
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