El 1 de agosto de 1976 el antiguo trazado de Nürburgring fue testigo de cómo Niki Lauda era devorado por las llamas dentro de su Ferrari.
Habían transcurrido dos vueltas de la carrera cuando ocurrió el accidente. El asfalto en el “Infierno Verde” aún estaba mojado por la toda la lluvia que había caído durante la mañana. Lauda perdió el control de su bólido, estrellándose contra el guardarraíl y saliendo disparado de nuevo hacia la pista cubierto por el fuego. Dejando a Lauda con quemaduras severas y llenando sus pulmones con humo tóxico.
Aunque salió consciente de su coche, poco después Lauda entró en coma. Se llegó a temer que no sobreviviría la noche en el hospital. Años después, Niki recordaría la sensación como cercana a muerte: aunque logró despertar, su cara había quedado severamente desfigurada.
A pesar de lo extremo de las circunstancias, Lauda volvió rápidamente a la F1. El choque en Nürburgring ocurrió el primero de agosto; Niki logró regresar tan solo seis semanas, después el 12 de septiembre. Para los estándares de cualquiera, su retorno fue admirable; para otros, menos románticos, fue directamente una estupidez.
Niki murió el 20 de mayo a los 70 años de edad, debido a complicaciones de salud que tuvo al inicio de este año y siempre será recordado como el hombre que venció a la muerte en uno de los accidentes que siempre quedará inmortalizado en la historia de la Fórmula 1.
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