Los números son claros, un motor que desplaza apenas 2.988 centímetros cúbicos y es fabricado en grafito y aluminio, entrega 240 caballos de potencia a –apenas– 3600 giros, pero lo sorprendente viene en el torque, cifra que nos interesa de acuerdo al automotor que necesita mover, y más cuando éste viene cargado: 420 libras pie a 2,000 revoluciones por minuto, o lo que es igual a 570 Nm. Su compresión nos regala 16.5:1.
Lo quiere poner a competir, pongamos al V8 de Ford montado en la F-150, que desplaza 5.0 litros (dos litros más y dos cilindros más que el Chrysler), pero con 11% menos torque que el turbocargado de origen italiano, ¿qué?, sí leyó usted bien estimado lector, pues fue diseñado en Italia por el Grupo Fiat VW Motori, y lo encontramos en automotores como el Quattroporte o el Ghibli, que desarrollan menos torque pero más caballaje. Ahora bien, su economía nos entrega 9.8 litros por cada 100 kilómetros recorridos, nada mal para un vehículo de casi tres toneladas de peso.
Los inyectores de selenoide convencionales, cuentan con una acción de flujo rápida, mientras que el precio por un vehículo dotado de este corazón, llegará apenas a 30 mil dólares, lo que lo hace una oferta impresionante para un mercado que necesita ser cada día más eficiente en el trabajo.
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