Lo que realmente pasa es que se sobrepasan los límites de la horología al servicio de la innovación mecánica, es decir las fuerzas “G” llegan hasta lo que –apenas– el cuerpo humano puede soportar, incluso el de Sebastien Loeb.
Las coincidencias entre la relojería y la ingeniería automotriz son abismales, abrumadoras, y así son los materiales que funcionan para ambas partes, me refiero al titanio para aligerar el peso de sus masivos 47.7 mm de la pieza producida bajo las siglas RM, a los tubos de nano carbono para soportar la dureza del trajín diario y no ceder ante el tiempo, al bisel de cerámica, totalmente irrayable, y al zafiro, cuya dureza garantiza la lectura clara y precisa del torbellino a las 6 h, de la lectura de 70 horas de reserva de marcha a las 2 h, de su selector de función en punto de las 4, y de su movimiento de cronógrafo manipulable gracias a los pulsadores que aparecen flanqueando a la corona, es decir, hablamos de una pieza sumamente compleja que además se ve extraordinariamente deportiva gracias al PVD negro que recubre la caja.
Finalmente apuntaremos que la leyenda del deporte motor que brinda su nombre a esta creación de Richar Mille, portará el instrumento en cada una de las competencias de la WTCC, y en cualquier otra competición de la que tome parte.
Limitado a 30 unidades para todo el mundo, dicho mecanismo formó parte de la genialidad horológica de APRP, siendo una de las piezas más complejas que jamás haya creado Richard Mille.
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