¿Cuál dirías tú es el destino más trágico que puede tener un automóvil? Para hacerla de emoción, pondremos algunos ejemplos e inmediatamente lo deducirás.
Las expresiones “pobre niño rico” o “vive en su jaula de oro” hacen alusión a las personas que viven bajo el reflector y tienen todas las comodidades del mundo, pero padecen de fuertes depresiones.
Un automóvil podría equipararse a un caballo, el cual es un símbolo de libertad para muchas culturas. ¿Cómo se sentiría si su propósito de vida consistiera únicamente en tomarse fotografías con la gente? Sin poder moverse, correr libremente ni hacer otra cosa que posar para la cámara. Lo mismo sucede con las aves enjauladas, las cuales no tienen posibilidad alguna de extender sus alas y sentir el viento entre sus plumas.
¿Ya tienes la pista? Así es, hablamos de los autos de museo, los cuales, detrás de su radiante apariencia, viven una realidad devastadora.
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Gary Glinski, quien ha sido miembro del Museo America On Wheels durante cinco años, cuenta a detalle cómo son los cuidados a los que someten a estos autos. Hay dos tipos de vehículos: los residentes permanentes o los de exhibición rotativa, los cuales se presentan durante seis meses aproximadamente. En ambos casos, deben ser monitoreados diariamente para que siempre estén listos para exhibición.
Pero antes de ello, se someten a una profunda inspección, especialmente con los que han sido conducidos o están en mal estado. En algunas ocasiones, hay vehículos que son un hallazgo o tienen una importancia histórica. Por lo mismo, no deben limpiarse para preservar su condición actual exacta, es decir, valen más en su estado original.
Y es aquí donde empieza la triste historia. Los vehículos que son donados y que pertenecen a la categoría de residentes permanentes se les tienen que quitar todos los líquidos, como el combustible y los aceites, para que sus componentes internos no se dañen. Muchos de ellos, nunca han rodado y nunca lo harán.
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Ver a un Lamborghini de colección estrellado a causa de negligencia sin duda es una tragedia. Sin embargo, vivió para correr y murió haciendo para lo que fue diseñado. Sin embargo, hay casos, como el de este Ford Fiesta de 1978 virgen, el cual tuvo la suerte de escapar de las garras de la prisión de un museo para ser subastado y finalmente pisar el cemento.
Así como el Ford Fiesta, hay más vehículos, incluyendo autos Porsche, que no cumplen con su destino de correr libres en las carreteras del mundo. Por ejemplo, hace cuatro años la marca alemana de deportivos fabricó la unidad un millón del Porsche 911. Sin embargo, como era de esperarse, este automóvil de celebración se quedó en manos de Porsche AG.
¿Qué pasó en cambio con la unidad anterior, el vehículo 999.999, que para la mayoría pasó desapercibido? No le fue tan mal, considerando que vive, con toda la extensión de la palabra, para lo que fue fabricado.
“Ser el número 999.999 es en realidad una gran suerte. El número 1.000.000 es la pieza de museo, el objeto del coleccionista, la inversión en una subasta. El número 999.999, es el maravilloso automóvil infravalorado que, con inteligente humildad, escapara a la vorágine y disfrutara de una vida en libertad, la de verdad.”
Estas fueron las palabras de Anja Rützel, en un artículo para la revista Christophorus, donde analiza el destino entre un famoso vehículo virgen de colección (análogo a una exótica ave en una jaula de oro) y otro vehículo que, aunque lejos de los reflectores, voló lejos y libre, cumpliendo su destino.
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