Hoy, más que nunca, vivimos en tiempos en los que una pequeña pelea con otro automovilista puede tener graves consecuencias. Al final, el que busca encuentra.
Ninguna pelea es sabia ni inteligente. Una persona que se deja enganchar por situaciones que inducen o responden a una provocación, necesariamente tiene motivos emocionales personales.
De alguna manera, todos tenemos acceso a una pelea. Y todos somos potencialmente agresivos.
Por ello, antes de comenzar a desmenuzar una pelea entre conductores, ya sea entre automovilistas, ciclistas o motociclistas, es necesario ir un poco más a fondo.
La ira es un recurso de nuestro cerebro mamífero y reptil. Una vez activado, detonamos nuestro instinto de supervivencia: pelea o huye.
El miedo nos ayuda a entrar en un estado de alerta para poder reaccionar y actuar adecuadamente en situaciones amenazantes.
El miedo nos permite estar listos para huir, atacar o quedar paralizados. Sin embargo, muchas amenazas son imaginarias y no estrictamente reales.
Si no hemos realizado un trabajo de autoconocimiento, habrá emociones reprimidas y no identificadas que buscarán la forma de salir.
Una vez que salen brusca y abruptamente, caemos en conductas destructivas e irracionales.
Por ejemplo, si tenemos la creencia de que «es necesario defenderse en la vida», estamos sugiriendo que debemos estar listos para defendernos ante posibles ataques.
El no haber verbalizado un suceso, el no haber puesto límites en el pasado o el haber sido sujeto de humillación, pueden motivar el tener constantemente una actitud defensiva.
A su vez, el estrés cotidiano, el pasar muchas horas en el tráfico, el estar cansado y el anhelo de llegar a casa también son motivos personales que pueden ser canalizados con poca tolerancia y paciencia a los actos de otros conductores que, por sus propias razones, actúan de forma imprudente e irrespetuosa.
Seamos sinceros. No sabes su nombre, su historia, ni siquiera has visto su cara. Y a ese «fantasma de la calle», le das la importancia suficiente para poner en riesgo tu vida.
¿Te suena racional?
Por supuesto, a todos nos puede enojar la poca educación vial de las personas. A todos. Pero de pensarlo y sentirlo, a ACTUARLO, hay una diferencia.
Tu reacción precipitada te está diciendo algo. Además, ya no es como antes: muchos automovilistas están armados.
Quienes cargan una pistola es para usarla. A continuación, te sugerimos qué hacer para parar una pelea entre conductores a tiempo.
Ok, te enganchaste por un momento. Nunca es tarde para tratar de remediarlo. Evita voltear para mirarle la cara.
Si te está mirando y establecen contacto, parecerá que es un conflicto personal.
¿Realmente te va a importar lo que piense este personaje que no tiene ninguna relevancia en tu historia y vida personal?
¿Es con él con quien quieres quedar bien o es contigo mismo? ¡Por supuesto que es contigo mismo!
Es tu autopercepción, tu moral y tu sistema de creencias los que deciden «tomar acción ahora» para remediar y compensar internamente las batallas que no pudiste hacer frente.
¿Funciona? No. En efecto, nunca surtirá el efecto esperado porque se trata de una simple proyección de la emoción original.
Por lo que, mientras no soluciones la causa original, es probable que lo vuelvas a hacer.
No lo pienses. La primera función que tiene el realizar una llamada es distraerte. Seguramente, la otra persona puede ayudarte a entrar en razón.
Seguramente la otra persona se molestará de todo: si no respondes, si respondes, si sonríes (¿te estás riendo de mí?), etc.
Si consideramos que lo único que estará en tus manos es cómo reaccionas tú, decide tomar una posición neutral.
Claro, tomando en cuenta de que el agresor no eres tú… Es necesario que le des información del agresor a la persona con quien hablas por teléfono en caso de que algo se salga fuera de control.
¿Te le cerraste? (Aun sin querer). ¿Estabas distraído? Piensa por un momento, y razona la situación.
Si no fuiste tú, pero el otro conductor se molestó de que lo insultaras, considera que es una persona agresiva que está en busca de pelea.
Si fuiste tú, es necesario que dimensiones la responsabilidad que conlleva conducir.
Para evitar futuros altercados, los vidrios polarizados son de gran ayuda. Es menos probable que la otra persona continúe la pelea al no poder identificarte.
Sé honesto contigo mismo. Si te expones a una situación violenta es porque estás dispuesto a recibir el golpe de regreso.
Es un acto autodestructivo. No hay más.
¿Desde hace cuánto tiempo tengo carácter agresivo? ¿De qué estoy realmente reaccionando?
¿Qué límites en mi vida personal no estoy estableciendo?
¿Con quién estoy realmente enojado?
¿Mi carácter es un problema recurrente en mis relaciones?
Si la agresión es patológica, busca ayuda. Esto te ayudará a ponerle nombre y palabras a tus emociones:
«No puedo perdonarme el no haber dicho esto…».
«Estoy resentido conmigo mismo por no haberme defendido…».
«Me siento enojado porque en el pasado no supe poner límites…».
El cambio en nosotros mismos es la semilla del cambio colectivo.
¿No crees?
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