La Fórmula 1 es rugidos de motores, luces que anuncian el arranque, las primeras curvas de cada Gran Premio como el regalo de un gran deporte, los rebases que quedan para la historia, manejos históricos –como ejemplo, vea cómo defendió Checo ante Hamilton su posición hace algunas semanas.
Los podios en cada circuito, los trofeos, las ciudades que se convierten desde una semana antes en un espectáculo de la Fórmula 1 en lugares públicos, plazas, hoteles, restaurantes y fiestas de equipos, emocionantes días que dentro de un autódromo que guarda silencio cada vez que está vacío y solo, pero que se convierte con cientos de miles de aficionados cuando esos garajes en el autódromo están llenos de sonidos de pistolas de tuercas, mecánicos y motores.
La pista con prácticas que nos dejan ver el otro lado de la carrera en su preparación y una bandera a cuadros que marca al campeón en cada fecha, todo eso y más es la emoción de la Formula 1. Un deporte que hoy tiene la magia de llegar a las masas a nivel mundial, que ha tenido el talento de poder difundirse no con dos horas de transmisiones en escasos canales de televisión al mundo, sino que hoy difunde la cultura de cada lugar, se apropia de plataformas de “streaming” para contar la historia detrás de cada equipo, piloto y temporada, que poco a poco ruge motores en cada localidad que visita y que entra por la vista, el olfato y finalmente por los cinco sentidos recordando días que se convierten en inolvidables para quien asiste a un evento, una práctica, un paddock o a la misma carrera.
Así, la Formula 1 se ha convertido en una fiesta que las masas siguen, que se emocionan, que gritan y demuestran su afición por uno u otro equipo, por uno u otro piloto, pero también es un deporte que unos cuantos afortunados son los que pueden subirse al auto y manejarlo, lo son porque son de la “élite” que puede controlarlos a tan altas velocidades, con esas frenadas de mago que les hacen “frenar” pero para ser más rápidos, aquellos que han dedicado su vida para entender lo que está pasando en la máquina que se les ha prestado y donde se han involucrado cientos de personas en su desarrollo, con cientos de millones de dólares, eso es la Fórmula 1, no solo es la gran carrera de Mónaco inalcanzable para la mayoría, o entrar a un pit que pocos pueden decir que los han pisado cuando está ocupado por un equipo de Fórmula 1, o estar lo más cerca del pódium posible. Sí, son pocos pilotos haciendo historia con su nombre, pero son muchos más hombres y mujeres que nos dejan vivir esa emoción dentro y fuera de la pista.
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Somos testigos de lo que llaman el “Gran Circo” desde la tribuna que analiza, juzga, salta de felicidad, se enoja, se apasiona y hasta en ocasiones lo deja todo con tal de entrar a un circuito lejos de casa. Somos ese colectivo del mundo que ve a unos hombres tratar a unas máquinas con el mayor cuidado, pero también con el talento de sacar lo mejor de ellas, a unos equipos que se esfuerzan por escalar posiciones y seamos francos, la competencia es lo que hoy hace a la Fórmula 1 causar emociones.
Los medios comunicar el mensaje que ahora se ha dispuesto alrededor de y no solo en la pista, y por ello el deporte ahora se ha convertido en un consciente masivo de lo que está pasando semana a semana en los puntajes, pero también en lo que la Fórmula 1 aporta a la emoción de un deporte que por sus características pueden practicar pocos reclamándoles toda su vida, pero que llega al mundo con cada día más interés, emoción e innovación.
Ver a un mexicano darlo todo por estar ahí, subirse al pódium, conseguir un asiento, concentrarse, no le ha tocado a todas las generaciones de mexicanos en décadas, hoy lo tenemos y estoy seguro de que nos dará más glorias en los pódiums, llevar la bandera de nuestro país y escuchar nuestro himno por todo el mundo, a él le toca eso y lo está desarrollando y muchas veces logrando, lo que como mexicanos nos tiene ilusionados. Verlo así, es sin duda un tesoro que nos toca vivir, con una época en Fórmula 1 para muchas generaciones que estaban limitadas a dos horas de carrera un domingo, y ahora la vivimos casi a diario con contenidos, historias, redes sociales, etcétera.
Aderezado de tener un Gran Premio de México soñado por muchos y que –también– no siempre hemos tenido, lo que aviva a la sociedad en general el conocimiento y emoción por esta disciplina, y si no, el poner un coche en Reforma de millones de dólares, un piloto mexicano que lo ha puesto todo para poder ganar y que lo vemos disciplinarse y concentrarse, ese sentimiento, precisamente eso es el tesoro que todos nos llevamos cuando la Fórmula 1 tiene a un piloto mexicano, una fecha en México y un campeonato más difundido que nunca.
A vivirlo, aprovecharlo, que les contaremos a las generaciones que vienen estos días inolvidables y viviremos con ellos o… la lucha por otra vez tener este tesoro, o… disfrutarlo otra vez, cuando se conjunten tantas variables que hoy lo tenemos en nuestra vida como apasionados de la Fórmula 1. ¡Arrancamos!
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