La historia de TVR en papel parece ser un sueño hecho realidad. Coches hechos a mano, ultra ligeros y con motores absurdamente grandes. Sin embargo, ¿has escuchado alguna vez este nombre? Probablemente no. Y existe una muy buena razón detrás de ello.
Esta marca británica tiene la fama de mezclar diseños muy bonitos con ingeniería muy poco confiable. Algunos incluso dicen que el nombre está literalmente maldito debido a su eterna mala suerte en la industria automotriz. ¿Qué les pasó para obtener semejante reputación?
La historia de TVR comienza en 1946 bajo su entusiasta fundador Trevor Wilkinson. A los 14 años de edad, este muchacho inglés de Blackpool, Inglaterra; dejó la escuela para perseguir su vocación de convertirse en ingeniero automotriz.
Con apenas 23 años de edad, Wilkinson logró su cometido e instaló un pequeño garage cerca de su casa que bautizó “Trevcar Motors”. Un año después, otro entusiasta de los coches llamado Jack Pickard se unió y obligó a cambiarle el nombre a algo más serio. Se seleccionaría TVR Engineering.
Durante esta etapa, la marca construyó su primer chasis original para 1949. Llamado el TVR One, contaba con un motor Ford de una camioneta y entregaba 35 caballos de potencia con un cuerpo de aluminio.
Su primer coche de producción llegaría hasta 1954 cuando debutó el TVR Sports Saloon con el motor de un Austin A40 y un cuerpo de plástico. ¿Adivinan cuántos de estos pudieron venderse? Solamente 3. 3 ejemplares vendidos por una cifra equivalente a 450,000 pesos cada uno. Nada impresionante.
La necesidad de construir coches que la gente sí comprara, comenzó a presionar a Wilkinson. Por ello, se revelaría el siguiente TVR, el Grantura, en el Auto Show de Nueva York. Cumplía con la filosofía de la marca, era un chasis extremadamente liviano con un motor enorme de Ford que entregaba un 0-100 en 12 segundos. Y ni así sería suficiente.
A pesar que la historia de TVR había resistido a muchos altibajos, en 1965 la compañía llegó al colapso financiero y quizá con el coche más significativo en su historia. El Griffith, nombrado en honor a Jack Griffith quien lo diseñó con un motor Ford 289 V8; contaba con aceleraciones que competían con el Shelby Cobra.
271 caballos de potencia en un peso ínfimo atrajo mucha atención al Griffith y por lo tanto a TVR. A pesar del éxito y publicidad sensacional, TVR no pudo sobrevivir. Fue así que se vendió la compañía a Arthur y Martin Lilley, padre e hijo, quienes crearon TVR Engineering Limited.
Conscientes de las necesidades de la compañía, los Lilley empezaron a trabajar en coches más económicos pero con la misma emoción. El primero fue el TVR Vixen quien probó ser muy popular gracias a su diseño y cuerpo en fibra de vidrio.
Entre 1969 y 1971 TVR lanzó una nueva variante del Vixen junto el nuevo Tuscan V6. Este coche contaba con un 3.0 litros Ford Essex V6 intencionado para competir contra los coches con mayor desempeño. Fue tan agresiva su campaña de publicidad que en 1970 contrataron a la modelo Helen Jones a posar desnuda en el stand publicitario de TVR. ¿Pero acaso esta… “llamativa” estrategia funcionó?
La historia de TVR tuvo un nuevo desliz en la década de los 80 donde después de algunos vehículos lanzados en los setenta como el Tasmin, los Lilley también vendieron la compañía a Peter Wheeler, un ingeniero químico y entusiasta de la marca.
Para esta nueva era, TVR se radicalizó por completo. Abandonaron los motores V6 naturalmente aspirados para poner en su lugar V8 procedentes de Rover. Esto le permitió construir un nuevo modelo de Griffith, el coche insignia de la marca pero con una nueva estética.
Esto abrió el paso a la década dorada de TVR: los noventa. Aquí se presentaron los coches más queridos y deseados por los entusiastas. Chimaera, Cerbera, Tuscan, Tamora, T350, Typhon y Sagaris.
Estos coches eran altamente deseados porque eran una absoluta locura. Gracias a la insistencia de Wheeler, ninguno contaba con bolsas de aire, frenos ABS o ningún apoyo de seguridad o asistencia eléctrica. Wheeler pensaba que esto le daba a los conductores un sentimiento de “falsa seguridad”.
Naturalmente, esto hacía que cualquiera que manejara un TVR fuera un demente total. Cualquier error al volante podía significar en un accidente catastrófico. Eso sin mencionar que los coches de TVR tendían a explotar en llamas cuando se les llevaba al límite. Sin duda alguna, eran máquinas completamente impredecibles.
Finalmente, esa locura que caracterizó la historia de TVR en los noventa fue lo que los llevaría nuevamente a la ruina. Debido a que la gran mayoría de los países demandaban aditamentos de seguridad básicos en sus coches, TVR no se pudo vender en otro sitio que no fuera Gran Bretaña.
Eventualmente, las deudas llevarían a la tercera y última bancarrota de la marca a su nombre. El millonario ruso Nikolay Smolensky compró la compañía solo para venderla unos años después de no entregar un nuevo modelo al mercado.
Actualmente, la marca pertenece a TVR Automotive Limited, una compañía liderada por Les Edgar y John Chaset. A pesar de que se ha anunciado que se presentaría la nueva iteración del Griffith en 2019, todavía no hemos recibido noticias. Y juzgando la pandemia, quién sabe si llegue pronto.
No obstante, los entusiastas cruzamos los dedos. Porque a pesar de la locura e imprudencia que caracteriza la marca, no podemos evitar quererla. Sin duda alguna nos morimos por saber qué clase de locura va a traer en la nueva década uno de los fabricantes más extremos de la historia.
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