¿Qué es peor, quedarse sin frenos o que se reviente una llanta? Cualquiera que elijas te provocará una tremenda alta de adrenalina y hará que produzcas mucho cortisol, la hormona del estrés.
Manejar un vehículo requiere de ciertas habilidades, quedarse sin frenos en diferentes circunstancias o que se reviente una llanta a una velocidad considerable es tema de seguridad que se debe tocar.
Existen muchos mitos y verdades para ambos casos, pero les voy a dar el mejor consejo en cualquiera de las situaciones: siempre, siempre, siempre, mantengan la calma. Respirar y mantener las emociones en su lugar harán TODA la diferencia.
Para pronto, si un vehículo se queda sin frenos, tienes varias opciones para no provocar un accidente y salvaguardar tu vida y la de los pasajeros, todo va depender de tu manera de calmarte en ese momento de emergencia.
Piensa con la cabeza, no presiones más el acelerador, enciende tus intermitentes para alertar a los que puedan verte. Observa a tu alrededor y ve bajando de velocidad hasta donde el tipo de transmisión y la velocidad que lleves te lo permitan, poco a poco.
Recuerda que no importa que eches las revoluciones hasta arriba, así se irá frenando el auto, aunque lentamente pero disminuirá la velocidad.
Olvídate de zigzaguear, meter el freno de mano con fuerza, apagar el auto o dejar la caja de velocidades en neutral. Porque lo único que ocasionarás es perder adherencia, volcarte, endurecer la dirección y soltar los engranajes de la transmisión para que dejen de ejercer presión.
Repito, dependiendo de la situación y el tipo de vehículo, transmisión y carretera, busca a toda costa bajar la velocidad por medio de la caja. Después ayúdate del freno de mano pero en dosis pequeñas y ya que hayas disminuido la velocidad razonablemente.
Un punto clave para bien o para mal es el freno de mano, álzalo (nunca hasta arriba, es más, a una cuarta parte) y bájalo consecutivamente para que te ayude a bajar más la aceleración. Toma en cuenta que para estas alturas ya debiste de haber bajado la velocidad por lo menos a unos 40 km/h.
Vuélvete uno con tu auto, irás sintiendo la desaceleración del vehículo poco a poco hasta que logres detenerlo o encuentres un lugar para frenarte, como las rampas de frenado de seguridad.
O en el peor de los casos, una barda donde tengas el espacio de girar y poder frenarte golpeando con la parte trasera –-o quizá un costado–, y evitar que el impacto sea peligroso para el conductor y tripulantes.
Nunca, nunca, nunca, presiones el pedal del freno de golpe… y de nuevo MANTEN LA CALMA. En verdad tu comportamiento tras el volante harán mucho la diferencia, por algo eres el que lleva el control y mando del vehículo.
En cuanto sientas el jalón porque la llanta ha reventado… primero, no sueltes el volante y agárralo muy fuerte.
Después, tienes un segundo para superar el fuerte ruido que hace la llanta en cuanto se revienta. Mantén la dirección lo más recta que puedas, el vehículo comenzará a jalarse hacia el lado que le falta el neumático.
Enciende las intermitentes, observa tu alrededor, frena muy lentamente y busca un lugar seguro para orillarte. Lo mismo harás si vas en medio de una curva o recta, tomar fuertemente el volante será la diferencia de esos segundos de estrés.
Recuerda, no frenes, no te dejes llevar por el jalón del auto, y nunca, nunca pierdas la calma. ¡El conductor siempre llevará el control, no lo olvides!
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